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Tiempo

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Por Ana González Vañek

 

"Dicen que el tiempo sanará todo ¿Y si es el tiempo la enfermedad?"
 


Esta hermosa cita, extraída del film Der Himmel Über Berlin (El Cielo sobre Berlín) de Wim Wenders, director del documental PINA, representa la intención de esta necesaria reflexión.

Una de las mayores riquezas que la danza ofrece a nuestra humanidad es la
experiencia de la eternidad en un instante. En este punto invisible de la creación, donde lo eterno y lo efímero se fusionan, todo es posible; tanto es así, que las experiencias de dolor vinculadas a la vida en el plano material, se trascienden, resignifican, sanan.


Esta vivencia es muy parecida a estar fuera del tiempo, tal como socialmente lo conocemos, y en este sentido, recordamos que algunas culturas supieron transmitir esta verdad intangible a través de sus cosmovisiones y rituales.

Por ejemplo, podemos apreciar la experiencia del no tiempo en la cultura maya. A diferencia del calendario gregoriano, que comienza el 1° de enero, el calendario maya comienza, desde una apreciación lineal, cada 26 de julio y termina cada 24 de julio. Un año maya dura 13 ciclos lunares, es decir 13 meses de 28 días, que es lo que dura la tierra en dar un giro completo al sol. 

Asimismo, 28 son los días del ciclo femenino que los pueblos antiguos sabiamente vincularon al poder de la naturaleza, antes de ser arrasados por el dominio de la razón y sus lamentables efectos sobre el cuerpo, la tierra y en consecuencia, la salud humana.

Si sumamos los 13 meses de 28 días, nos da un total de 364 días, es decir que nos falta un día para ser igual al año gregoriano. A este día se lo conoce como día fuera del tiempo. Según los mayas, este día, el sol se sincroniza con la estrella más brillante del cielo, sirio, donde todas las energías del año se reúnen.

 

Se considera a este evento como un momento óptimo para la purificación y la reflexión espiritual, antes de comenzar el nuevo año. Además, es un día para celebrar el arte, base de una paz constructiva, y por ello a este día se lo conoce también como día de la paz internacional a través de la cultura.

La mayoría de las culturas antiguas, tanto en oriente como en occidente, dieron al movimiento y la danza un valor sagrado, debido a su capacidad de unir el cielo y la tierra e influir, de esta manera, en la activación de los centros energéticos del cuerpo y la sanación del alma. De aquí, la importancia de considerar a la danza como una práctica fuertemente vinculada a un conocimiento primigenio que nos habita y que hoy, más que nunca, es necesario despertar.

Cada instante en la danza es puro, transparente y eterno, porque refleja la naturaleza inalterable de nuestra esencia. Hoy, que es siempre, te invito a profundizar en ella y a trascender una de las mayores limitaciones culturales que han impedido nuestra evolución, para ofrecer toda la sabiduría que nos brinda la danza, a quienes aún transitan sus vidas en la estrechez del tiempo lineal.

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